viernes, 27 de enero de 2012

Libertad en caja de zapatos

Hace unos días el diario El país publicaba una noticia que rozaba el macabro surrealismo de Chicho Ibáñez Serrador en  sus “Historias para no dormir”.
Un individuo se entregó en una comisaría por haber cometido una serie de robos en varias viviendas.
Seguramente ya estará levantándose de su silla dispuesto a arrancar en aplausos en señal de respeto a tal acto, pues le parecerá honroso e inusual que en este país donde nadie reconoce sus errores y el que hace lo correcto es bueno y tonto a la vez, haya crecido un ápice de lealtad dentro de tanta picaresca, pero relájese, no se levante y agárrese a su silla porque lo que viene trae miga. El pobre desgraciado agradecía a la policía su detención ya que su situación económica era bastante precaria.
Son estas noticias las que de verdad informan al ciudadano sobre el panorama económico que estamos viviendo en todo el globo. Aunque resulte anecdótico, no cabe duda de que este suceso espanta mucho más que presenciar un pleno de los parlamentarios europeos sobre la crisis del euro.  Son esos acontecimientos los que hacen preguntarse al hombre hasta qué punto puede llegar si su situación económica es precaria. Este individuo se vio obligado a entregar su libertad por tener un techo donde cobijarse en estos momentos de desesperación ciudadana. Como esto se ponga de moda, ya estoy imaginando el anuncio por radio: “Si no puede con la presión de los acreedores, infrinja la ley y visite nuestra línea de hoteles Alcalá  Meco. Podrá gozar con nuestras instalaciones deportivas, nuestras duchas, nuestro comedor y nuestros presos. Infrinja, no sea tonto”.
Entonces me da por pensar sobre la libertad y sobre sus límites. Este señor no era libre ni con la llegada de la crisis ni durante su ingreso en prisión. ¿Qué busca por tanto? Un plato, un sitio donde dormir y posiblemente una reinserción en la sociedad, no por el hecho de ser un criminal, sino porque en los momentos de bonanza económica, este señor podía decir que era un ciudadano libre, pero con la llegada de la crisis  no vio otra salida que la de recluirse y gozar del amparo de los funcionarios de prisión. No. Lo que este pobre hombre buscaba era su libertad. Una libertad que según nuestro sistema,  es sinónimo de consumo; que no es derecho, sino logro; que no es posesión del género humano, sino un recurso del estado para remover las tripas de las masas. Una triste libertad.
Me pregunto qué pasará cuando este hombre salga de prisión. Hablan de la reinserción como un milagro al que puede aspirar un expresidiario, pero la verdad es que se va a tener que enfrentar a algo más duro que los conflictos carcelarios y el no poder ver la luz del Sol en cierto tiempo; una sociedad que va a repudiarle en cuanto le lea la cartilla y compruebe que estuvo en la cárcel por asaltar casas y robar electrodomésticos por cubrir aquellas necesidades que permiten al hombre ser libre, o quizá defina la libertad como una caja de zapatos y la cárcel como el más dulce hotel de cinco estrellas.