domingo, 18 de agosto de 2013

Una de novela negra

-Cariño,a mí un whiskey, y para el novato…
Un café- responde su compañero novel.
-Cariño, ponle una cerveza.
-Estamos de servicio, no deberíamos beber.
-¿Sabes?, cuando lleves 20 años trabajando de policía en Detroit, entonces me cuentas todas esas gilipolleces de la vida sana, la moral policial y el patriotismo americano.
La camarera se acerca a los dos policías y les sirve. El policía curtido le guiña el ojo.
-Deja aquí la botella, preciosa.  ¿Pero tú qué coño vas a saber, chaval? Replica.
-Creo que debemos hacer un buen servicio a la ciudadanía.
-Mamonadas. No tienes ni puta idea de lo que es esta ciudad. ¿Es que no lees los periódicos? Has elegido mal momento para ser policía.
-Pensaba que para eso estábamos, para ayudar a la gente cuando más nos necesita.
 ¿Sí?  A ver, dime, ¿cómo puedes ayudar a una ciudad de 700.000 personas, con un 18% de paro? Todos los días nos llaman por radio porque un pobre desgraciado ha robado en un supermercado. Por la noche es imposible estar en las calles por toda la mierda que hay. Putas, vendedores de droga, sirleros...¿Sabes que somos la segunda ciudad con mayor índice de violencia de EEUU? Por cada 1000 habitantes se producen 24 crímenes.  
Por no hablar de los servicios públicos, ahora que la ciudad está en bancarrota. La comisaría no da a basto. Tardamos 45 minutos de media en llegar a la escena del crimen. No hay dinero para pagar el alumbrado público.  Escuelas que parecen vertederos, casas abandonas, saqueos... Más de un tercio de la población vive en situación de pobreza. Esto se traduce en más, más, más y más trabajo para nosotros.

¿Y del Ayuntamiento de Detroit? Mejor no hablar. Todos los alcaldes que se han sentado en la silla de la alcaldía se han encargado de dejar a esta ciudad en bragas con sus proyectos faraónicos. No se salva ninguno. Coleman Young, Denis Archer, Kilpatrik… Ninguno.
 A ellos no les va mal. Como tampoco va mal a la General Motors, o al grupo Christler, que a pesar de sus pérdidas,estos peces gordos siguen obteniendo beneficios. ¿Por sus ventas? Sí, claro. Porque la administración se ha encargado de insuflar manteca para evitar que estas corporaciones cayeran. ¿Y quién se ha beneficiado de esto? ¿Detroit? Venga ya.    

Encima cada vez, la ciudad nos odia más. Aquí solo quedan delincuentes y desgraciados que no pueden permitirse el lujo de marcharse de Detroit. El otro día  uno de esos negratas vendedores de grifa le metió medio palmo de hierro a un compañero por el vientre. Encima tiene la mala suerte de no poder pagarse un hospital privado. Porque esa es otra; si fuera por el público… no pueden atender a tantas personas con sobredosis, desfallecimientos por desnutrición, lesiones por palizas de gangas… Tienes que pagar por un mismo servicio que la pública puede darte, y no te da.

 Así que, olvídate chaval. No estás en la ciudad del sonido Motown. Se acabó ser uno de los centros  más importantes del Jazz. No somos la ciudad con mayor renta per cápita de Estados Unidos, ni la cuna del motor.  

Ahora dime, ¿no te entran ganas de un copazo?

El policía termina su vaso de whiskey de un trago y la radio de los agentes empieza a sonar. 
“Atención, atención. Un grupo de unos 200 manifestantes están asaltando la sede de la General Motors. Pedimos a todas las unidades que actúen de inmediato”.

El madero apaga la radio.
¿Pero qué haces? Dice su pupilo mientras saca la porra. Tenemos que ir pitando hacia allá.
-Déjalos. Que se lleven todo lo que quieran. Para que saqueen un supermercado de barrio… Además, se están llevando lo que es suyo. El alumbrado, los servicios sanitarios, los bancos de alimentos…
-¿Qué estás diciendo?
-¿Sabes qué, Pepito Grillo? Me has convencido. Pero espera, voy un momento al baño.
-Venga joder. ¿Qué coño vas a hacer? Deprisa.

-Empolvarme la nariz.
El novato, sorprendido, dejó caer la porra.
-¿Qué pasa? Si quieres medir el lomo a alguien, esto es lo mejor para quitarse la moral. 
     

domingo, 21 de abril de 2013

De crisis, Dios y mal periodismo

Suelo encontrármelo cada vez que vuelvo de la universidad. Makan, cuarenta y siete años de edad, natural de Mali. Trabajó en la construcción hasta 2010, pero con la crisis se quedó sin trabajo. Después de recorrer todo el campo de Elche con su bicicleta en busca de empleo, por las tardes deja un vaso de plástico en el suelo y se dedica a pedir limosna a los parroquianos de la iglesia de El Salvador. Esta calle es un lugar en el que, a medida que la crisis ha ido prolongándose, concurren más pedigüeños. Makan permanece sentado en el portal. Me mira y me dice con su acento de Mali: “¿Tiene algo para darme?”. Con cierto compromiso niego rotundamente. El pobre hombre agacha la cabeza y se disculpa: “Lo siento, lo siento”. Su reacción me hace sentir culpable. La historia de un señor al que el propio sistema le ha obligado a sobrevivir así y que, con toda su humildad, tiene fuerzas para pedir disculpas, merece ser contada. Tras mis frustrados intentos por conseguir una entrevista para un proyecto de universidad, me dirigí al individuo y le dije: “Perdona, ¿podrías concederme una entrevista? Es para un trabajo”. El hombre accedió sin ningún problema. Makan y yo cerramos el contrato con un apretón de manos y concertamos el encuentro al día siguiente.

Debido a mis ansias de juventud por intentar cambiar el mundo y a la influencia de los reportajes basura del tipo 21 días —pido perdón—, mi ego se vino arriba. Llegué a casa y preparé la entrevista con gran ilusión. Al día siguiente, el individuo me esperaba con su bicicleta apoyada en el portal. “Buenas tardes, Makan”. Hicimos la entrevista en un bar. El hombre se sentó y pidió un bocadillo y una Coca-Cola.

Makan me contó su situación. Estuvimos charlando con muchas dificultades. A cada pregunta que le hacía, sonreía y me decía: “No te entiendo”. Al final resultó imposible componer una entrevista. Apagué la grabadora y dejé una pregunta en el tintero. Cuando me di cuenta, decidí hacérsela: “¿Encuentras salida a tu situación?”. Makan sonrió y respondió: “España va a cambiar. Es la mano de Dios la que nos tiene que sacar de la crisis, no la de los hombres”. Me desconcertó esa respuesta. Makan no es uno de esos economistas trasnochados que siempre encuentran soluciones a la crisis, o que, por el contrario, auguran malas tempestades para España. Es una víctima del sistema y tiene esperanza de que sea la mano de Dios la que nos saque de este embrollo.

Su inocencia me apenó. Lástima que semanas más tarde, la portada principal de El País nos sorprendiera con la noticia de que el Fondo Monetario Internacional predijera que la crisis en España será más dura y que podría prolongarse hasta 2018. No sé si será la mano de Dios la que nos saque de la crisis, pero está claro que la mano invisible del capitalismo, no. Esperemos, Makan, que tengas razón.


miércoles, 6 de marzo de 2013

O el fascismo


El ascenso en Grecia de la formación neonazi Amanecer Dorado llega a ser alarmante. Ya no sólo porque el grupo se ha hecho hueco en el parlamento heleno, sino además porque las encuestas confirman que, en las próximas elecciones, Amanecer Dorado podría convertirse en el tercer partido más votado. Entre sus propuestas, esta formación presenta soluciones tan irracionales como la expulsión de los inmigrantes de Grecia, la pureza racial o la creación de tribunales de excepción para políticos imputados en casos de corrupción. Sin duda alguna, el ascenso de Amanecer Dorado es una prueba más de la pérdida de valores de la sociedad Europea.
Pero también resulta entendible que este tipo de formaciones cojan peso dentro de la sociedad. En un momento de crisis político-económica, los ciudadanos necesitan un asidero en el que sustentarse. Y si los otros partidos no ofrecen más garantías que la corrupción, ya solo falta recibir con alfombra roja a dictadores carismáticos. En España, la presencia de grupos neonazis es menos notoria, pero muchos ciudadanos sin una ideología definida han llegado a coincidir con sus discursos. Y lo podemos comprobar cuando en las bocas de la gente sale ese lema tan “ni de izquierdas ni de derechas”. Y lo mismo pasa con los partidos políticos. La continua aparición en los medios de comunicación de casos de corrupción por toda España ha provocado que la gente se muestre más crítica con las formaciones políticas. De hecho, se llega a incluir a todos los cargos públicos en el saco de la corrupción, una actitud que se puede llegar a pensar que es necesaria la eliminación de políticos.
Es por ello que no debemos olvidar que la limpieza de cargos públicos y la supresión de las ideologías es uno de los objetivos más ambicionados por el fascismo. Los ciudadanos no deben bajar la guardia. En estos momentos, conviene volverse más crítico y no dejarse embaucar por discursos irracionales. Todavía existen partidos políticos minoritarios con voluntad de hacer política y de servir a los ciudadanos. Es conveniente leer hasta el último programa electoral, empaparse de ensayos políticos y analizar la historia para adoptar una visión distinta del mundo del arte público.
Recuperar la confianza en la política debe ser un trabajo de todos. Es necesaria una mayor implicación en política, no solo mediante el voto o formando parte de algún partido, sino también protestando, leyendo, escribiendo para desarrollar un mayor criterio. Pero también se necesita que partidos minoritarios y sindicatos se dirijan a las masas de manera eficaz. Se trata de un trabajo complicado, pero conviene hacerlo. No vayamos a recibir con los brazos abiertos a otro payaso con tricornio que, al grito de “¡quieto todo el mundo!”, nos sorprenda asaltando por segunda vez el Parlamento.

domingo, 6 de enero de 2013

Ya no hay Dolce Vita


Javier llegó a casa después de salir de la redacción. Aquel no era uno de sus mejores días. Una palabra que puso en evidencia el prestigio del periódico, y de paso, el del alcalde, sirvió de pretexto al director para acusar a Javier de prepotente y montarle un buen pollo delante de todos los compañeros del diario “El Actual”. La semana tampoco le vino redonda. Hacía tiempo que su ciudad no contaba ninguna historia digna de publicarse en las columnas del periódico. Para poder seguir manteniendo su asiento caliente en la redacción, Javier buscó historias de noche.  No probó ningún bocado. Cogió su veterana cartera de cuero, el smarth phone que le regaló su ex mujer por su cumpleaños, una pequeña libreta y su Mont Blanc. Antes de irse, Javier apuró tres tazas de café para poder aguantar toda la noche; luego se perdió entre las calles oscuras de la ciudad.

Observaba el panorama mientras recorría los barrios más céntricos. Un grupo de chavales guardados en un portal compartían las últimas caladas de un canuto. Borrachines entonaban al unísono el himno de España mientras salían del local más chic de la ciudad. Los barrios bajos son lugares más propicios para encontrar noticias; pensó. Pero Javier ya estaba harto de encender la televisión por las noches y ver los programas de reportajes que muestran lo más amarillista de la marginalidad. Contar historias de yonquis y prostitutas era un género que podías encontrar en la sección de sociedad o en los reportajes basura que emitían por los canales sensacionalistas.

El periodista, al no encontrar nada, se sentó en un banco, sacó papel de liar y un cogollo de marihuana, lió un canuto y empezó a fumar. Recordaba cuando era joven y conseguía sacar historias del aire. Javier consideraba su profesión como un arte,  pero ahora se había convertido en una máquina de producir noticias sin fundamento. Estaba harto de hacer de vocero de políticos y empresarios, de completar la información que faltaba en los teletipos que mandaban a la redacción las agencias de noticias, y sobre todo, de ver su ciudad anquilosada en el olvido.

Volvió a su casa, encendió la televisión y esperó a caer en el más profundo de los sueños. Por la Caja Maldita emitían la Dolce Vita de Federico Felinni. El profesional de la información suspiró. Si el porro le hacía efecto, esperaría a tele transportarse al blanco y negro; a la época en la que el periodista era un aventurero y no la putita de la redacción.