Imposible saber las
veces que ha intentado hacer
pleno en el quimérico juego de la primitiva. “Hoy la he echado. Te digo yo que
mañana me toca”, comenta Paco irónicamente. Como imposible resulta contar los
pares de zapatos que ha empaquetado, o los camiones que ha descargado en tiempo
récord. Con más de 20 años de
experiencia dedicándose al sector de la logística en la empresa de calzado
Reebook, qué más se puede decir.
Persona de pocas palabras, de gran carácter, y ácido en su sentido del humor. “Yo suelo ser muy cachondo, aunque cada vez me hago más cascarrabias. Será la edad” dice mientras entra a fichar en Tempe, la última empresa de logística que lo ha contratado temporalmente. No sabe a ciencia cierta si después de acabar sus dos semanas de trabajo, tendrá la oportunidad de volver a llamarlo, o mejor aún, de entrar indefinidamente en el imperio de Amancio Ortega.
Así lleva desde la crisis. De una empresa a otra tratando
de llevar el sustento a su mujer, su hijo de 19 y su hija universitaria. “Los
de 50 años lo tenemos muy jodido si no tenemos trabajo. Después de quedarme
parado he estado descargando camiones
para particulares, y algunos, como no me hacían contrato, cuando terminabas la faena se aprovechaban y no te
pagaban, ¿a quién reclamas luego?”.
Pretende dar el do de pecho este tiempo que está
trabajando. “Quedarme aquí me solucionaría bastante la vida”, comenta. Y lo
cierto es que entona. No hay más que verlo etiquetando los pares. No mira al
frente, ni a los ojos de su compañero cuando le comenta alguna banalidad. Su
cabeza se dirige a la desgastada mesa de
trabajo y los enganches, las etiquetas y
la enorme caja de zapatos.
Abres una caja, etiquetas un par y vuelves a otro.
Quitas un par, y después… otro ya va asomando la cabeza. Así durante ocho
horas. Pero él no se detiene. Al contrario. Conforme va pasando la mañana va
mecanizando la tarea. “Para esto hay que tener nervio, trabajar rápido y con
energía” Explica. “El encargado te tiene que ver haciendo algo en todo momento,
aunque hables con tu compañero, pero siempre trabajando”.
Pronto llega Eddi, el jefe de planta de carga y descarga.
-A ver, tú y tú. Os toca.
Han llamado a Paco y a un compañero para vaciar un
camión. Los dos se dirigen junto a Eddie al compartimento de aquel armatoste metálico.
Una larga cinta transportadora penetra el enorme tráiler.
-La tarea es sencilla. No os fijéis ni en modelos de
zapatos ni nada. Sin contemplaciones, a la cinta.
Y como un ventilador Paco vacía el contenido del
camión. En toda la planta solo se oye el
estruendo que generan las cajas de zapatos al caer en la cinta. Como un ritmo
de batería constante y uniforme. ¡Bum,bum, bum! “Con nervio”, como él
dice. Y de la cinta, cientos de cajas desfilan
ordenadamente como militares el día de las Fuerzas Armadas.
Y otra vez, y otra, y otra…
Paco y el compañero salen sudando la camiseta de
trabajo.
-Media hora. ¡Muy bien! Felicita Eddi.
Con el tiempo que llevo en esto y viendo que soy más
mayor quizá haya descargado más camiones que tú, dice Paco al encargado.
Paco guarda la esperanza de volver a tener la
estabilidad de cuando trabajaba en Reebook si le contratan en esta
empresa. “No sé si acabaré aquí. Sé de
gente a la que han llegado a contratar indefinidamente, pero nada es seguro”. No
pierde la esperanza. Él continúa todas las semanas echando la primitiva, o de
vez en cuando se saca un dinero extra gracias a sus conocimientos de
quiromasajista.
Esta vez ha tenido suerte. Por lo pronto lo han llamado para hacer otra
semana más. Venga, ya solo falta un poco más. Casi tienes el trabajo, Paco. ¡Joder!